viernes, 3 de febrero de 2012

El círculo

Por Elisa Ofelia Pérez


Estaba aburrida. Tercamente aburrida. En la chimenea, los leños encendidos eran devorados despaciosamente;  las lenguas de fuego bailaban reflejando luces y sombras sobre la alfombra. Marcela no tenía ganas ni de pararse para encender una luz. La indolencia y la apatía la tenían prisionera. Estas vacaciones en la montaña, alejada del bullicio al que estaba acostumbrada, la ponían furiosa; luego su falta de carácter para manifestar rechazo a la decisión adoptada por sus padres la angustiaba, la hacía sentir débil. No entendía cómo no se había rebelado con más firmeza. Pensó en Luis e imaginó que su amiga Silvia estaría tratando de quitárselo. Las imágenes que desfilaban por su mente conjeturando situaciones en las que ella no participaba terminaron por deprimirla aún más. A través de la ventana Marcela contempló un trozo de cielo oscuro. ¡Lo que faltaba!, se dijo, ¡una tormenta y todas mis vacaciones estarán perdidas!
   De pronto, los pensamientos lúgubres de Marcela fueron abruptamente sorprendidos por risas y el rasgueo de una guitarra. Se paró precipitadamente y se asomó al ventanal. Más allá del seto de ligustrina podía observar un movimiento inusitado. Alguien prendió un fuego, seguramente para darse calor. Escuchó las risas como llamándola.  La guitarra indolente se escuchaba de vez en cuando. La curiosidad la motivó a ponerse un abrigo y salir. Afuera el viento era suave, pero el frío recordaba enseguida que el otoño había finalizado. Se acercó cautelosa al cerco natural para observar, tratando de no ser advertida. En vano. Su hermano la llamó diciendo:
-         Marcela, ya sé que estás espiando. Vení, acércate al fuego. Será esta una velada inolvidable. Te lo prometo, hermanita.
    Marcela supo que todas las miradas estaban fijas en el lugar donde estaba agazapada. Trató de parecer casual al decir:
-         Estaba aburrida y escuché…
-         No es necesaria ninguna excusa. Unite al grupo. Estamos tratando de romper la monotonía con algo diferente.
-         ¿Qué? ¿Qué puede quebrar el tedio y el silencio que reinan en este lugar?
-         Según dice una leyenda del lugar, basta que enciendas una fogata en un claro o cerca del bosque para que la magia pueda ser convocada y suceda algo…
-         ¿Aterrador?, ¿divertido?
-         Yo diría lo primero- dijo un muchacho del grupo.
-         ¿Te animás?- le preguntó Luciano con una sonrisa.
Fue esa sonrisa burlona la que provocó a Marcela a aceptar el desafío a pesar de no estar segura de si quería participar o no.
-         Es fácil, vas a ver- dijo el mismo muchacho que había hablado antes. Todos rieron.
    Una chica comenzó a rasguear algo en la guitarra y todos siguieron la melodía con un: “mmmmmmmmmmmm…”.
    Marcela se incorporó a la rueda en torno al fuego que ya era una fogata. Las llamas se elevaban despidiendo un chisporroteo en distintos tonos hasta que un olor penetrante a madera verde y algo más, un olor que Marcela no podía identificar, fuerte, picante, intenso, se esparció por el lugar. Alguien puso frente a ella un espejo y le dijo:
-         Ahora comenzará lo verdaderamente bueno.
     Marcela vio su imagen en el espejo. La miró fijamente. Era ella, pero de pronto no sabía quién era, ya no se reconoció.
-         No tengas miedo- le dijeron entre risas –. Esa es tu verdadera imagen.
    Las risas y las chanzas, de pronto, fueron escuchándose cada vez más lejanas. Marcela contempló cómo la imagen se rompía en muchas imágenes de sí misma  o lo que fuera que allí se reflejaba, cada una desfigurada, alargada, chata, asustada, aterrorizada… Tal vez el espejo se rompió o de lo contrario querían matarla de un susto. Sintió una mano que tomaba su pie e instintivamente trató de defenderse. Percibió que querían asirla con fuerza y decidió huir.  Sin meditarlo más se paró y comenzó a correr. El bosque estaba oscuro. Escuchó el aullido de un lobo. “No creo que sea un solo lobo. Deben ser varios.” Y corrió más aprisa. Recordó la leyenda sobre las hadas, los elfos y los trasgos que habitaban los bosques. Se desorientó en su carrera. Sin darse cuenta, cada vez se alejaba más de la casa, a la que no podía encontrar. Marcela creía que la casa sería su salvación. Sentía que corrían detrás de ella. Se paró junto a un árbol grande y rugoso. Sintió cómo su corazón parecía desbocado dentro del pecho y su pulso temblaba entablando una feroz carrera consigo mismo. Era conciente que necesitaba defenderse. No sabía quiénes ni por qué la perseguían, pero se imaginó que algo siniestro la amenazaba y todo ¡por el condenado aburrimiento y la curiosidad! ¡Esa maldita curiosidad suya!!
     De pronto, cuando su corazón comenzaba a aquietarse, se percató de que había demasiado silencio a su alrededor. Apoyó la frente en el tronco del árbol y comenzó a girar lenta, muy lentamente…y… ¡Estaba rodeada! Su hermano y los amigos y amigas de su hermano, todos estaban mirándola y  de sus bocas sobresalían colmillos y una baba espesa escapaba de ellas mojando sus pechos velludos. Trató de defenderse de esas fauces feroces y esas manos siniestras que querían sujetarla. Estaba segura que la matarían, pero ella no caería sin antes herir a esas bestias que querían ¿matarla? ¿morderla? Sintió dolor y algo tibio en su mano. Me hirieron, pensó, y recordó el espejo, pero no debía detenerse, su vida estaba en juego. Giró y los desafió. De pronto pudo correr. Sólo quería escapar. No supo cómo pudo romper el círculo siniestro que la estaba aprisionando. Los escuchaba detrás. Oía sus voces…
      Marcela escuchó que la llamaban. Alguien la zamarreó con fuerza. Se obligó a abrir los ojos y se encontró recostada en el suelo, cerca de la chimenea. Vio el rostro preocupado de su hermano preguntándole qué le ocurría y también, al incorporarse, a sus amigos y a una chica que rasgueaba una guitarra; miró su mano y comprobó que estaba sangrando; los oyó decir:
-         ¡Pobre! Debe haberse dormido en el sillón y ha tenido una pesadilla. Aquí es tan aburrido siempre…
-         ¿No querrá venir con nosotros y compartir la fogata? Cantaremos y contaremos algunas leyendas de la zona…
-         ¿Qué te parece? Así, al menos, no estarás tan aburrida…
      Y Marcela supo que estaba atrapada.